Vampire Knight, el niño del globo de sangre y el dedo en el gatillo

Vampiros niños. Adorables. Fuente.
Nunca fui un chico que viese anime en la adolescencia, salvando contadas series como podían ser Pokémon, Digimon, Dragon Ball… Eran series de dibujos que veía, porque las echaban en la tele y ni siquiera sabía qué era un anime. Luego, crecí y, en el instituto, aunque podía verme algún capítulo de Paranoia Agent, jamás me consideré un experto. Ni de lejos. Es más, como muchos de mis amigos dejaron el cómic americano por el manga y yo me quedé solo leyendo el cómic americano y europeo, me alejé lo máximo posible del manga (gran venganza... patética). Más tarde, he leído algún manga y he visto algunas películas como Akira o Ghost in the Shell, entre otras. Y sí, este es un post sobre influencias y ponerse al día.

Pero el tiempo se acaba recuperando y ahora que estoy un poco cansado de la repetición actual de las series, he decidido empezar a ver algunos animes con los que pasar el rato y tomar notas para escribir. Y he empezado por Vampire Knight, una historia de adolescentes, vampiros y colegios, una de esas que me llaman porque me recuerdan a una de mis novelas (sí, La Historia, lo habéis adivinado... Os merecéis un no premio). Y me está gustando. Lo bueno del anime no es solo que la estética te acaba gustando, sino que sus cortos capítulos hacen que la serie se vuelva adictiva con facilidad y quieras ver más.


Zero y los vampiros.
En serio, no me he vuelto loco.
Fuente.

El niño del globo rojo


Centrándome en el argumento… A ver, confesaré que Vampire Knight no es una serie para todos los públicos. No por el gore, sexo o algo así, sino por algo más simple: su mezcla de humor y ese aire adolescente enloquecido puede hacer que algunos se aparten y la miren con gesto asqueado (yo mismo lo hubiese hecho hace unos ocho años). Sin embargo, si le dais una oportunidad, por encima del hedor a hormonas revolucionadas, puede que lejos de los amoríos de turno y el melodramatismo vampírico, de algunos temas de guion (como qué hacen los vampiros en un internado o cómo Zero ha ocultado su condición tanto tiempo), me quedo sobre todo con una escena de uno de los primeros capítulos.

Que conste que, a partir de aquí, vienen spoilers. (Y os pongo el cierre por si os da por cantar, que nunca se sabe).


En el tercer episodio (uno de esos que arrancan de un modo extrañamente optimista – receta de comida incluida ), acaba como el Rosario de la Aurora. En ese episodio, la joven delegada, la humana Yūki, visita la ciudad colindante al internado donde estudia. Como guardiana, decide investigar, mientras se pregunta por el destino de su amigo, Zero, que odia a los vampiros (cosa de que uno matase a tu familia), y por el chupasangre que la salvó a ella de niña, Kaname Kuran. Y, de pronto, se encuentra con un niño con el rostro encapuchado, de espaldas, frente a un árbol, con un globo rojo (como el payaso de It). El renacuajo, que en verano está cubierto con anorak y un gorro, está solo. Ella se acerca para ver si le ha pasado algo. Al niño se le escapa el globo rojo. Ella decide recuperárselo y entregárselo, pero el crío empieza a correr…

En serio, pese a esto, la escena no está nada mal. Fuente.
Yūki  es admiradora de los monstruos (y, por tanto, se nota que el cine de terror lo ve para diversión, más que como guía de supervivencia, a diferencia de los hermanos Frogg de Jóvenes ocultos con sus cómics). Por su afición a que le caigan bien unos asesinos sedientos de sangre, decide ir detrás del crío para entregarle su globo, sin sospechar en ningún momento que el pequeñajo sea algo más. La sorpresa (más para ella que, tal vez, para nosotros) será cuando se lo tienda y el niño le atrape la mano, revelando entonces un rostro monstruoso, de amplia mandíbula y colmillos. Yūki intenta escapar (menos mal), pero, detrás, le aguarda la que bien podría ser la madre del crío, una mujer de cabellos oscuros que le ocultan su horripilante faz. Madre e hijo son vampiros y, como buena familia, permanecen unidos y comen unidos. Son chupsangre de clase E, bestias encarnadas que han olvidado su parte humana y está sedientos de sangre... Y la niña que hace años sobrevivió al ataque de un vampiro, Yūki, puede que no escape esta vez.

En medio de una breve pelea, con huida por la antigua ciudad (con la risa diabólica del crío como banda sonora), aparece el personaje del gruñón Zero para ayudarla. Portando su pistola, la madre vampiro se queda mirándole y Zero tiembla cuando escucha a la chupasangre. La mujer debe llevar años sin hablar, solo prisionera de su sed, pero algo la obliga a articular palabra y es para  llamar a Zero, entre tartamudeos, «amigo». Al mismo tiempo, cuando Zero ve al niño vampiro, cree verse a sí mismo, ¿o a su hermano? Y es que Zero, ese chaval que quiere ser cazador de vampiros y odia a todos esos bebedores de sangre por aquel que mató a sus padres y su hermano gemelo, en realidad, está infectado desde su niñez y, aunque lo esconde, es un vampiro. Y en ese instante, odiándose a sí mismo, aprieta el gatillo del arma.

Vale, lector. No es una telenovela. No son vampiros con purpurinas ni ese rollo. Son otra cosa, ¿vale?

Cosplay
Cosplayers de Vampire Knight. Fuente.
La situación me parece lo suficientemente dramática para que me llame la atención, igual que la conclusión del episodio (de la que no diré nada, porque tampoco voy a hacer labor de la Wikipedia en este punto). Y es que, si algo he aprendido, es que la curiosidad nos lleva a ver obras que pueden llenarnos de preguntas que reformular en las propias. No debemos temer el hecho de conocer formar estilísticas distintas a las que encontramos habitualmente. Todo nos inspira. Todas las historias nos aportan algo. Todo, incluso un anime un poco de quinceañeros (no es despectivo) y vampiros con sus propias guerras.

Y es que el arte es como ese niño del globo, nos conduce hasta su trampa…, pero, a veces, nos dejamos morder. Y lo disfrutamos.

Protagonista de Vampire Knight
Ojos de vampiro. Fuente.

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