Ex Machina, el final de la ausencia de dios desde la máquina

La siguiente entrada incluye posibles spoilers sobre el desenlace de Ex Machina. Agradecer al compañero Pedro de Mercader la recomendación de esta película.
Los protagonistas de Ex Machina. Fuente.
Wikipedia define el deus ex machina como:

“Actualmente [la expresión deus ex machina] es utilizada para referirse a un elemento externo que resuelve una historia sin seguir su lógica interna. Desde el punto de vista de la estructura de un guión, “Deus ex Machina” hace referencia a cualquier acontecimiento cuya causa viene impuesta por necesidades del propio guión, a fin de que mantenga lo que se espera de él desde un punto de vista del interés, de la comercialidad, de la estética, o de cualquier otro factor, incurriendo en una falta de coherencia interna”. 

Irónicamente, pese a su título, la película Ex Machina de Alex Garland posee uno de los finales más coherentes y consecuentes con la naturaleza humana y la realidad que un servidor recuerda en el cine de ciencia ficción de los últimos años. 



Alejados del optimismo de otras propuestas de ciencia ficción que se mostraban oscuras durante todo su metraje salvo el final demasiado feliz como Moon de Duncan Jones, Garland permanece fiel a su sombría historia sobre un inventor (un excéntrico y perturbador Oscar Isaac), un programador (el solitario Domhnall Gleeson) y una robot  (la fría Alicia Vikander) en búsqueda de superar el Test de Turing que demuestra que una máquina tiene conciencia propia. 

Sirviéndose del aire oscuro de algunos de los relatos de Ray Bradbury y de la mayoría de la ciencia ficción de calidad distópica como la genial serie Black Mirror (de la que yo mismo me he sentido deudor en algunos de mis relatos, Solo sabemos que estamos aquí y El príncipe azul se cortó las venas, serían dos ejemplos), en Ex Machina los personajes actúan como deben actuar, a sabiendas de que la naturaleza mecánica podría no coincidir con la humana. Y aquí entramos en un terreno más filosófico: ¿es el ser humano bueno por naturaleza? ¿O es el hombre un lobo para el hombre, como decía Thomas Hobbes? ¿Hay bien y mal o puntos de vista? Y a todo esto, ¿serán los robots dignos herederos de la naturaleza del hombre? ¿Para bien o para mal? 

¿Qué susurra un robot? Fuente.
Siguiendo este debate, obtenemos respuestas negativas sobre el futuro del ser humano y ahí es cuando los humanos de la película deben superar su propio Test de Turing y responder a la pregunta de si son buenas personas o son capaces de burlarse, utilizar, aprovechar o engañar al otro, unas técnicas que cualquier máquina podría acabar aprendiendo con el suficiente tiempo. ¿Nacen los robots malvados o los hacemos nosotros con nuestros crueles actos? ¿Son dignos hijos de nuestra villanía?

De ahí uno de los mejores diálogos de la película, cuando el personaje de ese camaleón que es el gran actor guatemalteco Oscar Isaac augura que en el futuro, los perfectos robots verán a los mediocres humanos como seres primitivos condenados a la extinción. Y eso se encuentra al final con un robot que ha aprendido a aprovecharse del ser humano para contemplar la vida y actuar en consecuencia, acaso ¿no es eso sobrevivir? Porque Roy de Blade Runner podía decidir ser más humano que los humanos, ser mejor persona que cualquier humano en un último acto de piedad, pero Ava puede tener conciencia artificial, pero nadie dijo que fuera buena. Ava lo sabe, nosotros lo sabemos, y no hay ningún dios desde la máquina que pueda salvarnos. Tal vez, nunca lo habido. O quizás, solo somos nosotros.

¿Nace el mal de los robots de nosotros mismos? FUENTE.

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