Maurice
Sendak no escribió un cuento para niños común. Al menos, tal y como los
entendemos ahora: demasiado edulcorados para aprender algo real. Sendak siguió
la senda de otros autores que no subestimaron a los niños y decidieron contar
algo tan desgarrador como es el hecho de crecer. El director Spike Jonze
intenta reflejar todo esto con mayor o menor acierto en su adaptación
cinematográfica.
Spike
Jonze y Dave Eggers tuvieron la difícil tarea de llevar a la gran pantalla este
relato fuera de serie; por suerte, contaron con ayuda del propio autor, Sendak.
La adaptación resultó ser toda una odisea que empezó en 2005 y que antes pasó
por varias fases como ser un intento fallido de película de animación en los
´80 para Disney, con John Lasseter (uno de los máximos exponentes de Pixar)
como encargado de dar vida a teaser.
¿Qué gran estudio abordaría la infancia con la dureza que lo hace Sendak? Aquí
no hay chistes fáciles ni una historia tontorrona, solo una fábula sobre un
niño que no quiere crecer y debe aprender a hacerlo mientras acompaña a unos
monstruos que solo son partes de él mismo y la gente que quiere.

Donde
viven los monstruos no parece una película sencilla para
el público infantil…, porque no lo es. Sin duda, aprenderá una importante
lección que el adulto solo puede recordar: lo complicado que es aprender a hacerse
mayor, dejar atrás el egoísmo y la inmadurez, el juego y la complicada alegría.

Los
problemas de la película pueden llegar a ser desde una cierta falta de ritmo a
la capacidad que hay en algunos momentos para empatizar con Max y el resto de
los personajes en una trama cuya moraleja quizás se vuelve demasiado redundante
aunque no por ello innecesaria y donde se agradece que no se tome al espectador
por idiota.
En
Donde
viven los monstruos se reflexiona sin querer sobre una importante
pregunta: ¿qué niño está realmente solo cuando cuenta con su imaginación?
Ninguno.
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