26/07/2012
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Imagen de dominio público. |
Saludaba cada mañana a sus vecinos, cumplía en su trabajo de oficinista, le pasaba la pensión a su mujer y sus hijos, veía algún documental, comía sanas verduras precocinadas…
Era la vida de un buen hombre...
O un hombre que te da igual.
Por las noches, cuando tenía insomnio, bajaba cada noche a su sótano, abría la despensa y contemplaba toda su ropa, máscaras y trofeos.
Con ellos, asesinaba a todos los tipos que les caía mal y después dormía perfectamente.
Sus crímenes más perfectos habían sido Molière y Shakespeare.
Actuaba en un teatro amateur, bastante mal, se cansaba de ver a la gente lloriqueando y luego podía dormir despierto.
Era el asesino definitivo.
Un mal actor en el escenario, un excelente intérprete en la vida.