16/06/2012
Un día, el viejo dibujante empezó a trazar un nuevo mundo en una hoja. El tiempo pasó, pero él no se detuvo. El reloj tampoco.
No respondía a nadie, no comía, no se duchaba, no dormía… Se quedó solo en la peste de su mente, creando algo que le había robado su espíritu.
Y mucho tiempo después, terminó tras lograr la perfección, pero se sintió infeliz… Pues ella estaba muerta.
La joven, en el papel, sonreía y parecía escapar, pero había fallecido antes de nacer. No era real. Solamente era un dibujo.
El pobre dibujante fue a la vieja caja de la mesa de trabajo. Preparada hacía tiempo, esperaba aquel momento: sacó la copa, la botella de brandi y el revólver.
Se bebió la bala de un disparo.
Mientras, en la mesa de trabajo, el hada se deshizo del papel y cobró vida con la sangre. Salió del mundo de la fantasía.
La musa que tantas veces lavó el cerebro del dibujante había logrado lo que deseaba. El parto fue difícil, pero el nacimiento glorioso.
Ahora era libre y el arte merecía un poco más la pena.