In memoriam de Ruymán


Hoy me he enterado de que Ruymán, gran divulgador del mundo del cómic al que conocí hace casi veinte años, ha fallecido.

Empecé a leer cómics en serio allá por 2007. Tendría unos dieciséis años, me había alucinado la película de V de Vendetta y, por suerte, descubrí que incluso en Tenerife existían las tiendas de cómics. Estábamos en una época donde leer tebeos todavía se consideraba raro. Faltaba un año para Iron Man o El Caballero Oscuro en los cines y la popularización del cómic que trajo en el Universo Marvel Cinematográfico. Por fortuna, existía gente que te animaba a leer sobre mundos imposibles a través de viñetas.

Si seguí leyendo cómics durante esa época, fue porque en la tienda a la que solía ir estaba Ruymán. Él fue quien me animó a leer el cómic de V de Vendetta: recuerdo que tuve que juntar pasta durante una semana para poder comprármelo y recuerdo que lo leí entre la madrugada de un viernes y la mañana de un sábado. Y jamás olvidaré los escalofríos que sentí con el momento de epifanía de Evey, cuando se da cuenta de que Dios está en la lluvia.

Para mis amigos de aquel entonces y para mí, Ruymán se convirtió en una especie de mesías del cómic. Controlaba como nadie y lo mejor es que siempre lo hacía desde el humor y la cercanía. ¡No sabéis lo importante que es tener a alguien así cuando eres un chaval descubriendo cómics! Esos sí son «influencers»... Ruymán es una de las personas que sabía de cómic, transmitía su pasión por el Noveno Arte y, además, lejos de creerse superior a los demás, era una persona humilde, alguien que siempre estaba dispuesto a hablar contigo, aunque no tuvieses ni un duro esa semana para comprar cómics...

Si ahora tengo tantos cómics entre mis lecturas y los uso como herramienta didáctica, es porque Ruymán se pasó horas hablando conmigo y con otros clientes sobre Alan Moore, los cómics de los '80, los salones del cómic, las reediciones... y, a veces, sobre temas cercanos, como la música (siempre recordaré a Ruymán contándome sus hazañas en conciertos de bandas como The Offspring o Rammstein).

Durante esa época, Ruymán recuerdo que me trajo un cómic de V de Vendetta firmado por David Lloyd, obra que guardo entre mis posesiones más importantes, porque V no es solo uno de mis cómics favoritos, sino uno de esos grandes esquemas de pensamiento que cambiaron mi vida. Desde entonces, suelo mandárselo como lectura a los chavales de 1º Bach. Ojalá pueda despertar en ellos lo que Ruymán despertó en mí.

Años después, también me trajo una copia de Mirrormask, firmada por Dave McKean, autor que nos alucinaba. Ruymán era así, siempre te aportaba, ya fuese con estos regalos (que no tenía por qué hacerte, pero te hacía) o con cada una de sus conversaciones. Y, ante todo, te tomaba en serio, hubieses leído o no cierta obra. Su idea era motivarte a que la leyeras y en un mundo lleno de bullies como lo es el de las tiendas de cómics, eso es un milagro.

Si bien en estos años he rehuido el mundillo friki en general (aunque no por eso haya dejado de leer o recomendar obras), durante esta época, me encontré con Ruymán en firmas de Dave McKean o ciclos sobre vampiros en el cine, y siempre le agradecí haberme descubierto el mundo del Noveno Arte. Y siempre era un placer hablar con él. Recuerdo que una de las últimas veces que lo vi, cuando la enfermedad que padecía ya estaba avanzando, pude regalarle El Tiempo del Príncipe Pálido, el que considero que fue el mejor libro que escribí y publiqué. Sin todas esas personas que nos acompañan a través del fantástico, ese libro no habría existido y, por supuesto, entre esas personas estaba Ruymán, quien con sus charlas sobre cómic, me ayudó, seguramente sin saberlo, a mí... y, por supuesto, seguramente ayudaría a muchas personas más.

La vida es injusta. Ruymán era una de las mejores personas que he conocido y ahora no está entre nosotros. Me enteré esta tarde por redes sociales y, de pronto, sentí que nada tenía sentido. No es la primera vez que me pasa, pero en esta ocasión ha dolido especialmente: ¿por qué se van las personas como Ruymán? Sabía desde hace un tiempo que su estado de salud era delicado, pero uno nunca se hace a la idea de que las buenas personas puedan morir. 

Nos queda su recuerdo, su "¿qué pasó, muchachos?», sus recomendaciones sobre cómics o películas, su entusiasmo y su risa... Pero, a veces, el recuerdo no es suficiente y solo nos quedar dar las gracias por todo a Ruymán: por descubrirnos temazos de rock, por hablarnos de La Cosa del Pantano de Alan Moore, por recomendarnos tebeos de superhéroes, por charlar sobre esos cómics que nadie conocía y él adoraba, por siempre estar ahí. 

Un abrazo enorme a toda su familia y seres queridos, y a todos aquellos que nos embarcamos en el mundo del cómic gracias a él. 

Ruymán, no me cabe duda de que ahora vives entre las viñetas del mejor de los cómics. Infinitas gracias.

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