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No, no es una película de Tim Burton, es una metáfora visual de un escritor corrigiendo su novela. Chas, chas, chas. Fuente. |
Estoy corrigiendo una vez más El Tiempo del Príncipe Pálido después de pasárselo a mis lectoras de prueba, a las cuales les debo un monumento que eclipse todo el planeta y ese tipo de cosas que haré cuando me encumbre como nigromante, lord oscuro o subdirector de las sombras en el futuro. Algo así.
Aparte de tener ya la "banda sonora" más o menos oficial, que son las canciones que me han acompañado mientras escribía (y gran parte de ella), he tenido que convertir un capítulo en dos. Dieciséis páginas quizás eran demasiadas y puede que la división le haya sentado bien para mantener la tensión (creo que sí, que funciona mejor). Básicamente, ha pasado de diecinueve capítulos a veinte. Una cifra más redonda, ¿me gusta o es simple superchería? ¿Acabaré dividiendo otro más? No lo sé (más bien, no lo creo). Si al menos siento que el capítulo tiene unidad temática, no. No me gustan las interrupciones porque sí, pero tampoco quiero matar a alguien con un capítulo enorme (aunque bien sé que muchos autores son partidarios de esos macrocapítulos o no dividir en capítulos, como hacía muchas veces el gran Terry Pratchett).
Una cosa horrible de escribir es pensar en números y esas cosas. Por todos los dioses primigenios, ¡dejé 4ºESO de Ciencias y me metí en el bachillerato de Letras para no tener que contar nunca más en mi vida! Maldita sea. No quiero volverme muy loco con las matemáticas, pero sí puedo decir que, a veces, si un capítulo se te hace largo corrigiéndolo, puede que más se le haga al lector. Y últimamente estoy obsesionado con el avance y no tengo piedad cortando o dividiendo (desde expresiones tontas que se me escapan como "sacar del interior" hasta fragmentos de "sí, es gracioso, pero no avanza"). Quiero que el principio de la historia tenga mucho ritmo, no quiero repetirme mucho ni que haya algún chiste o momento que sobre, que es otra de mis preocupaciones: ¿es esto realmente necesario para la obra? Creo que puede que le haya sentado bien el corte.
Me recuerda a algo que comentaba Russell T. Davies y era que él tenía una escena pensada para arrancar un capítulo: una chica llamada Penny organiza una fiesta sorpresa a su novio. Reúne a todos sus amigos, apagan las luces y esperan a que él vuelva para gritar el "sorpresa". Cuando lo hacen, se abre la puerta y aparece el novio con otra tía, dándose el lote. Y lo han visto todos los amigos, lo ha visto la pobre Penny. ¡Ese es el inicio! No es una mala escena, es un buen arranque, pero el propio Davies es el primero que encuentra defectos: ¿cómo el novio no se dio cuenta si debían estar las luces puestas? ¿Cuánto tiempo las apagaron? ¿Las apagaron? ¿No se tarda demasiado en mostrar todo eso? ¿La amante es una amiga y, si lo es, porque no estaba invitada a la fiesta? Davies dice algo así como "necesita ser más trabajado" y me gusta cómo no se conforma, aunque se podría acabar volviendo loco con tanto perfeccionismo.
Yo no sé si he llegado a eso, pero he recortado muchos momentos que me gustaron escribir, porque al corregir noto que ya no forma parte del ritmo de la historia. ¿Ese chiste? Sobra. ¿Esa descripción? Me paso de insultante. ¿Ese fragmento no es reiterativo? Adiós. Y, en ocasiones, duele, pero ¿por qué no tendría que dolerte? No puedes hacer ladrillos y no corregirlos, como hacen algunos autores "prestigiosos". Para mí, la corrección es obligatoria. Decía Truman Capote que Dios te daba un don cuando escribías, pero también un látigo para flagelarte. Yo añadiría que te hace un 2x1 y te da unas tijeras. Chas, chas. Corta, quita, ñe. La elegante vida del escritor.
Tengo ganas de escribir la otra novela corta, pero necesito descansar. Los ojos amenazan con caer de mis cuencas y todo ese rollo.
P. D.: Cuando iba a titular este post, pensé: "las tijeras del escritor" y luego me dije: "oh, no, pon juntaletras". Por favor, a ver si se va a ofender alguien...