Doctor Who. Temporada 7: ¿Doctor qué?


Debe ser complicado ser el arquitecto de una serie con cincuenta años de historia. En esta séptima temporada, Moffat ha limado alguno de los errores de la sexta, pero aún así Doctor Who es una serie de la que siempre se espera más, porque ha llegado más allá que el resto de las series de ciencia-ficción.
La séptima temporada (desde el nuevo comienzo en 2005) de Doctor Who ha terminado este pasado domingo con el capítulo titulado The Name of Doctor. Estamos ante una temporada que se ha caracterizado por los buenos capítulos y otros no tan buenos (alguno más bien aburrido y sin gracia). Las dos preguntas eran: Doctor who? Pero también quién era su nueva acompañante Clara.
Estamos ante una temporada rara como si sola. Dividida en dos tandas, a finales de 2012 todo empezó con la pensada (y algo pesada) despedida de los Pond. A veces, pienso cómo dos personajes pasan de gustarte a ser algo cargantes (la culpa es del horrible final de la sexta temporada). Rory siempre me caerá bien incluso Amy, pero la sensación de que sobraban ya empezaba a ser un hecho. Tal vez, despedirlos al final de la anterior temporada hubiera sido mejor.

La séptima comenzaba con El manicomio de los daleks, que ha pasado a ser mi descripción de cómo algo te gusta algo en el momento, pero cuando lo piensas... no tanto. Los daleks de Moffat no consiguen liarla tanto como, por ejemplo, los de Russel T. Davies. La idea de que el manicomio fuese el parlamento dalek me parecía mucho más creativa que la que decisión que tomó al final Moffat. Al menos, nos presentaban a alguien que se convertiría en un enigma: Oswin (Jenna-Louise Coleman), que pareció dar algo de vida a la serie gracias a una cosa que siempre ha tenido Doctor Who: cambio.


El segundo episodio Dinosaurios en una nave espacial fue, justamente, eso: dinosaurios en una nave espacial. Una aventurilla con efectos especiales chulos donde supimos que Rory y Ron Weasley eran hermanos y que Angus Finch tuvo un pasado bastante oscuro. Lejos de los actores de Harry Potter, otra vez se sembraba una idea más currada que la original: ¿y si el Doctor está comportándose de una forma tan oscura, no solo por viajar solo, sino por viajar al pasado de los Pond porque ya los ha perdido?

Luego vino Una ciudad llamada misericordia, un homenaje al western con algo de steampunk donde la música de Murray Gold (mejor que en la sexta temporada) hace un homenaje a Morricone. ¿El problema? El Doctor se comporta de una forma más oscura y esperamos algunas explicaciones. Un episodio de relleno que si se mira, parece incluso fuera del arco argumental de esta séptima temporada. Como curiosidad, se rodó en Almería, donde se llevaron a cabo tantos westerns en su momento.


El cuarto episodio El poder de tres, pese a ser precipitado, presentaba una trama de una invasión que nos recordaba a la época del anterior showrunner, Russel T. Davies, y eso siempre mola. Además, la dirección y el guion rompían un poco las reglas habituales de Doctor Who (véase el inicio del episodio, que me parece genial cómo resume todo). Pese a que se presentaba a un personaje con mucho potencial Kate Stewart (Jemma Redgrave), la hija del brigadier Lethbridge-Stewart de la serie clásica, y se recuperaba a U.N.I.T. de paso, el final me pareció precipitado y eso que tenían a un villano bastante interesante.

Y llegó el quinto y último capítulo de la mitad de esta séptima temporada: Los Ángeles toman Manhattan. Y Moffat disfruta poniendo de los nervios con este pulp salvaje. Amplia la mitología de Los Ángeles Llorosos, se vuelca en la sentimentalidad, disfruta haciendo llorar a los fans… Y luego, el fan piensa y no encuentra lógica a cosas como una Estatua de la Libertad que es un Ángel Lloroso (¿no eran solo de piedra -la Estatua es bronce-? Moffat dice ahora que no), ¿por qué el Doctor no regresa al mismo año a salvar a los Pond y, si la paradoja es muy grande, por qué no a un año después? Da igual, todo el mundo llora, Moffat sonríe.


Tras estos bajones que al menos no rozaban lo soporífero de algunos capítulos de la sexta temporada (salvo quizás el western, que merecía algo mejor), tuvimos el especial navideño de todos los años; en esta ocasión, titulado Los Hombres de Nieve, que hizo que muchos recuperásemos la fe en Moffat, lo pasásemos bien, y nos preguntásemos quién diantres era Clara. Podéis leer más sobre mi opinión de este capítulo pinchando en la reseña que le hice.

La segunda mitad comenzó con Las campanas de Saint John (o San Juan) que fue el episodio donde Moffat dijo: “os voy a hacer temer al Wi-Fi”. Y a un servidor no terminó de convencerle, pese a que se parecía a los de la era Davies o a El poder de tres de esta misma temporada. Al menos, Clara volvía para poner las cosas claras… No, es mentira, solo era un juego de palabras.

A este episodio le siguió Los Anillos de Akhaten… Y aquí viene la polémica. Muchos lo sitúan como uno de los peores capítulos desde el regreso de Doctor Who. Irónicamente, ¡a mí me encantó! No solo por el homenaje a la escena de la cantina de Star Wars, a ese aire despendolado de serie B (ese alien perruno), la trama de la hoja, la simpatía que despierta Clara… sino sobre todo por la idea del parásito planetario y la idea de tener que cantar a ese falso dios para calmarlo o tener que entregar recuerdos a cambio. Y ese maravilloso y épico discurso del Doctor.



La Guerra Fría. Referencia por la etapa histórica y el regreso de los Guerreros de Hielo. Una trama sencillita que bebía mucho de cierto dalek de la primera temporada de Davies, pero no llegaba a dar tanto miedo. Se quedaba en una aventurilla que olvidaba que, para causar terror, los enemigos del Doctor necesitan ser más empáticos con el espectador y echar en cara al Señor del Tiempo todo lo que realmente ha llegado a ser: un hombre que ha cometido demasiados errores.


Escondido es un capítulo donde se nos pretendió dar miedo (¿por qué tanta manía con el terror?) y, aunque se pasa bien viéndolo, no aporta gran cosa (y menos cuando repite tanto los planos de la casa “encantada” y la lluvia). Al menos la idea del fantasma viajero del tiempo y los monstruos capaces de infundir miedo en el Doctor (¿por qué?), no estaba nada mal.

Viaje al centro de la Tardis fue un capítulo para enamorarse de nuevo de la serie gracias a esa travesía con paradoja temporal que nos regaló este tercio final de temporada. Sin duda, Clara demostró su valía en esta aventura con varios momentos en que te preguntas: ¿cómo arreglarán esto?



El horror carmesí fue un episodio de transito. Una pena para el escritor Mark Gatiss, un actor y fan de Doctor Who, pero que no ha conseguido aún hacer un gran capítulo, pese a momentos interesantes de la narrativa como cuando imita a un film clásico en blanco y negro (o sepia). El problema es que el Doctor ya no salva incluso a la gente que no lo merece, como pasa con cierto (asqueroso) parásito.



Pesadilla en plata. El esperado episodio de Neil Gaiman que a pocos les encandiló como su pasado capítulo de la sexta temporada La mujer del Doctor (el listón estaba alto). Sin embargo, yo le encontré su gracia aunque fuese demasiado apresurado y pocos personajes se desarrollasen del todo, como el fantástico Porridge interpretado por Warwick Davies. Quizás haya cambiado la mitología de los Cibermen, pero esperábamos más (el capítulo de la ciberwoman de Torchwood me sigue dando más miedo que otros de los cibermen de la serie principal, salvo quizás El ejército de fantasmas y El día del juicio de la segunda temporada).


El nombre del Doctor. El final de temporada que más he temido. No solo por el mal sabor que me dejó el desenlace de la anterior, sino porque quizás Moffat la liaría de mala manera queriendo revelar el auténtico nombre del Doctor (lo que le quitaría la gracia a la serie y sería un error monumental). Pero no, no es así, al desenlace ha tenido otro juego y… bueno, la ha liado, pero con la sorpresa final de cierto personaje del pasado del propio Doctor. Ya veréis. Al menos, se ha solucionado el enigma de Clara (que para un servidor se volvió previsible) y que se convierte en una de las mejores e indispensables compañeras. Este capítulo es el mejor de la temporada, entre otras cosas por el número de homenajes que hay a los anteriores Doctores (Gaiman también hizo un par de guiños bastante buenos).

Cuenta atrás para el cincuenta aniversario
Si os fijáis, he hablado poco del Doctor. Menos mal que en esta temporada ha hecho más que las anteriores, aunque haya tendido a usar su destornillador sónico para todo (al menos, fue útil contra ciertos villanos que controlaban el sonido). La primera parte de la temporada se caracterizó por un Doctor que tendía hacia la oscuridad, nadie sabía bien porqué. Más tarde, su redención en Navidad como era de esperar. Y una segunda tarde donde tenemos a un Doctor tan loco como siempre, pero obsesionado con saber qué o quién es Clara Oswald Oswin, la Chica Imposible. Matt Smith mejora en muchos detalles y debe currarse incluso una versión malvada de sí mismo (otra, para Gaiman) y consigue tener alguna de esas historias que son las que hacen que pueda ser tu Doctor favorito (se echa en falta). Al menos, en esta ocasión, la compañera, Clara, ha demostrado que salvaba al Doctor por un motivo y no como en la era de los Pond, que parecían siempre ser capaces de hacer de todo aunque nunca hubieran sido señalados con algún gran destino (la serie parecía llamarse Los Pond y el Doctor durante ese momento).
La mayoría de los episodios han sufrido de cuatro defectos: finales precipitados (algunos habrían valido más la pena si hubiesen sido en dos partes, véase El poder de tres o El nombre del Doctor), un arco argumental poco definido, malos y monstruos de aspecto espeluznante pero muy desaprovechados y ante todo el temor que para gustar solo se pueda tender hacia la autorreferencia para el inminente cincuenta aniversario añadiendo que a un servidor sus favoritos de esta séptima han sido los más típicos de la etapa de Davies.
Esperemos que Moffat tome nota y haga el especial del cincuenta aniversario que Doctor Who, estrenada en noviembre de 1963, se merece (no solo esperamos a Tennant, esperamos a todos los Doctores vivos). Será una forma de que nuestro tiempo y eterno viaje con el Doctor siga valiendo la pena. 
¡Gerónimo!

¿Quieres reseñar la Saga Devon Crawford?

¿Quieres reseñar la Saga Devon Crawford?
Envía un correo a sagadevoncrawford@gmail.com y nos pondremos en contacto contigo

Mis críticas

Mis críticas
Pincha para leer y comentar mis críticas de libros, cómics, películas y series

Seguidores

Mis críticas

Mis críticas
Pincha para leer y comentar mis críticas de libros, cómics, películas y series

Sobre el blog

Los textos pertenecen a Carlos J. Eguren salvo cita expresa de los autores (frases de libros, comentarios de artistas...), siempre identificados en el post. El diseño de la imagen de portada pertenece a Elsbeth Silsby.

Si deseas compartir un texto, ponte en contacto con nosotros para hablarlo. Si quieres citar un fragmento, incluye la autoría.

Muchas gracias.

Carlos J. Eguren. Con la tecnología de Blogger.