Esta
ha sido una semana bastante nefasta en algunos puntos de mi vida, entre ellos,
la escritura que no he tocado casi nada por culpa de lo que me
rodean. Pero en fin, podría ser peor.

Y fui casi de casualidad. No a la
presentación, pero sí cerca de donde tenía lugar el acto: a la puerta. Lo evité
durante toda la tarde, pero acabé yendo.
Es un centro comercial y
el libro no estaba entre los libros de la sección dedicada a estos, estaban
fuera del lugar donde se presentaba.
Bueno, llegaba tarde, no había problema.
Después de encontrarme con unos compañeros
de la universidad (uno de ellos publicó y tenía el libro en sus manos) y tras
advertirles de que les robaría el libro para fotocopiarlo, fui hasta allá
arriba y cogí el libro, busqué los dos microrrelatos (uno ya ni recordaba cómo
se llamaba, sinceramente) y tras echar un vistazo, acabé dejándolo.

Me marché con la sensación de dejar algo
atrás. Pensé en robarlo, pero soy demasiado honrado para esas cosas (y no soy
honrado para mentir en el papel, ¡cosas mías!).
En fin, ya se ha publicado algo que he
escrito. Era un viejo propósito. Podría ser más amargo, también más dulce, pero
sigo tecleando. La hiel y la miel solo están a un par de teclas de distancia.
Prometo esta semana, si la universidad y la
gente de mi entorno me lo permite, escribir un poco más. Eso espero.