Cuando entrevisté hace unos meses a Jay Kristoff, autor de El Imperio del Vampiro, me comentó que lo fascinante del chupasangre era su capacidad para ser reinterpretado. Puede ser un antihéroe atormentado como el de su novela o un monstruo como en muchas otras o el novio adolescente de la cría de turno. De todas formas, el mito hunde sus colmillos en el monstruo que, aunque no fue el primero, es el que se nos viene a la cabeza cuando nos hablan de estos hijos de la noche: Drácula.
Reinterpretando al vampiro
Historia de Drácula es una colección de ensayos que desmenuzan todos los aspectos posibles de la novela de Stoker: desde la figura del autor y sus personajes hasta conexiones con la religión, la política victoriana o el ocultismo. Leatherdale lo aborda todo con erudición y entusiasmo, construyendo un mapa completo del vampiro más célebre de la literatura y descubriéndote cuestiones nuevas y apasionantes, aunque consideres que lo sabes todo sobre el conde transilvano. En sus mejores capítulos, logra que uno sienta que el mito late con más fuerza que nunca gracias a las múltiples interpretaciones del chupasangre: el Drácula político, el Drácula simbólico, el Drácula como espejo de los miedos victorianos...
Drácula puede llegar a ser una forma de exteriorizar los terrores de su época. Y una alegoría del colonialismo. Y una crítica a la aristocracia (un conde se alimenta de la sangre de los débiles... como cualquier miembro de la «nobleza»). Y una obra sobre la xenofobia. Y una visión sobre las enfermedades venéreas... ¿Y qué me dicen de todos los agujeros de la trama? El más famoso es simple: en la novela se dice que a Drácula solo se le puede vencer atravesándole el corazón con una estaca; sin embargo, Drácula muere decapitado. ¿Y si no cae? Recordemos que el único héroe que muere, el tejano Quincey Morris es un personaje bastante sospechoso, ¿y si trabajaba para el conde? Teorías que aunque sean frikis, hacen que Drácula pueda leerse de otra manera muchísimo tiempo después de su escritura.
La primera mitad del libro se devora con la misma facilidad con la que el conde drena el cuello de Jonathan Harker: un festín de ideas, referencias y pasajes que iluminan los rincones más oscuros del mito. Sin embargo, el tramo final se adentra en terrenos más dispersos, donde las interpretaciones (aunque sugestivas) parecen cogidas “con pinzas”: Leatherdale abre demasiadas puertas a lo esotérico y filosófico, y no todas conducen a lugares igual de fascinantes.
Una forma única de comprender al vampiro
Aun así, el conjunto es impresionante. Hay algo fascinante en el vampiro y, sobre todo, en Drácula, en cómo los seres humanos seguimos encontrando fascinación en el monstruo. Esta obra consigue que la novela deje de ser solo una historia de terror para convertirse en un espejo de todo lo humano: sexo, religión, represión, poder, superstición, miedo al otro. En ese sentido, el ensayo funciona como una misa negra literaria donde se celebra el espíritu gótico y la vigencia del mito.
Aún así, aunque lo leí allá por 2019, antes de la pandemia del COVID y del mundo que se fue al garete, lo recuerdo bastante y con cariño. Soy muy aficionado a novelas como Drácula y encontrar nuevos detalles es una cuestión que me fascina. Y es más, cada vez que hablo de él y de otros vampiros como Ruthven o vampiresas como Carmilla, este volumen se viene a mi cabeza.
No es una lectura ligera (ni debería serlo), pero sí una que cualquier amante de los vampiros, del terror o de la literatura decimonónica debería tener en su biblioteca. Historia de Drácula no solo explica al monstruo: lo resucita, porque demuestra que el conde no solo vive en Transilvania, sino también en las páginas que seguimos abriendo con una mezcla de fascinación y respeto. Muy recomendable para quienes, más que temer a la oscuridad, disfrutan perdiéndose en ella.



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