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Los míticos cenobitas de Hellraiser de Clive Barker. Fuente. |
El miedo. Qué fascinante es caer en el miedo y con la fascinación caemos en el morbo. Contamos historias de miedo por la adrenalina, el enfrentamiento con la muerte, el recuerdo de lo prohibido… El deseo gobierna nuestros actos. Leer a Clive Barker supone la misma sensación para mí que cuando leías algo que no debías, algo que deberías ocultar, pero que no puedes dejar de leer. Me ocurrió con sus relatos de Libros de Sangre y tiempo después con El corazón condenado, libro en el que se basó Hellraiser, película que el propio Clive Barker dirigió en 1987.
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¿Qué es lo que más le place? La frase que genera el terror y que abre las puertas al infierno de los cenobitas. Fuente. |
Los que trae el infierno
Muchos hablan de Hellraiser como una mera historia de terror (y nunca creo que una buena historia sea “mera”). Hellraiser, pese a haber sido catalogada como una obra de terror o incluso como gore, es en el fondo una historia de amor que vive más allá de la muerte, como decía Eliseo Seguí.
Frank Cotton (un repulsivo Sean Chapman) busca el placer supremo. El sexo, las drogas, el asesinato… ya no significan nada para él. Siempre busca algo más. El problema es que, cuando lo consigue, todo pierde su valor… hasta que escucha la historia de la Caja de Lemarchand, también llamada la Configuración de los Lamentos. Si la encuentra y logra descifrarla, recibirá un placer distinto a cualquier otro, otorgado por unos seres llamados los cenobitas. Cuando al fin logra la Caja y la abre en su casa de la calle Ludovico (guiño a La naranja mecánica), lo que halla está más allá de su mente, su carne y sus huesos. Y Frank desaparece consumido por el deseo.
Un tiempo después, a la casa llegan Larry y Julia, una pareja que ha vivido mejores tiempos, y buscan reiniciar su vida en el que fuese el hogar de Frank. La esposa, Julia (Clare Higgins, experta en miradas asesinas), vive atormentada por el deseo perdido, insatisfecha por su esposo (el hermano de Frank), y recordando la noche de pasión, antes de su boda, en la que mantuvo sexo con su cuñado, Frank, sobre el vestido de novia. Nada le importaba a Frank y nada le importaba a Julia. ¿Dónde estará ahora aquel hombre que le demostró el placer de lo prohibido?
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Frank y Julia, mi pareja favorita. Fuente. |
Es así cómo Julia comenzará una ola de asesinatos. Atraerá a los hombres prometiéndoles sexo y placer, como la Caja se lo prometió a Frank, y luego los matará para que este pueda regresar del limbo en el que se ha quedado tras sufrir el placer de los cenobitas, pero Kirsty sospechará de lo que está ocurriendo en la casa...
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Julia y Frank, una historia de gente que está enamorada hasta los huesos. Fuente. |
Amor y tormento
Uno de los aciertos de Hellraiser es que no es la típica película slasher o de monstruos, sino que se narra desde la visión de los villanos y su búsqueda de placer, similar a la de Dorian Gray, se antoja como algo con lo que podemos empatizar. Es más, aunque Clive Barker resuelve la obra como si fuera un cuento de hadas, con nuestra Kirsty desvelando las mentiras de Frank, Frank poniéndose una piel que no le corresponde o esta jugándosela a su tío, lo que persiste es la sensación de que estamos ante una historia de pasión y amor con elementos sórdidos y terroríficos, pero una historia de pasión y amor, al fin y al cabo.
Pienso que Clive Barker es mejor escritor que director, pero como creador de películas intenta trasladar grandes ideas y vemos cómo Hellraiser se convierte en su mejor película por cómo traslada una historia quizá más simple que la de Nightbreed o Lord of Illusions, pero que logra alcanzarnos no solo por su mensaje, sino también por su estética. Aunque haya algún efecto especial que ha envejecido, la resurrección de Frank me sigue pareciendo magistral, sobre todo por la hermosísima banda sonora de Christopher Young (todo un acierto contratarlo tras que la primera banda sonora de Coil no cumpliese con las expectativas).
He leído a ciertos espectadores que se han quejado del poco metraje que tienen los cenobitas, ya que Pinhead (maquiavélico Doug Bradley) se ha convertido en una imagen icónica de la saga. Pienso que parte de la fascinación del personaje en esta primera entrega es que aparece como un juez imparcial en pocas escenas y eso recrea el aura de misterio que encandila al espectador. Para mí, es un acierto e incluso considero que el duelo final en la casa o el demonio vagabundo que se lleva la Caja podrían habérselos ahorrados (fue un añadido para asegurar la franquicia).
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Kirsty con la Configuración de los Lamentos. Fuente. |
Hellraiser, además, marcó un antes y un después en la estética gótica y la fantasía oscura. Un auténtico referente, pese a que la franquicia cinematográfica se convirtió en el equivalente a abrir la Caja de los Lamentos e ir sufriendo con las últimas entregas, las primeras guardan ese poder de la fantasía oscura: el don de mostrarnos la oscuridad que alberga nuestra realidad y hacer que nuestras pesadillas se hagan realidad.
Lo he dicho en diversas ocasiones: cuando pasen los siglos, el ser humano debería mirar a El corazón condenado como nosotros miramos a Frankenstein, Drácula, El Doctor Jekyll y Mr. Hyde o El retrato de Dorian Gray, como una obra espléndidamente escrita que profundiza a través de la monstruosidad en el lado oscuro del ser humano. Pienso que Barker sabe recoger esto en la película y que Stephen King acertó cuando dijo que había visto el futuro del terror y su nombre era Clive Barker. Las obras del creador no se quedan en el simple miedo, sino que buscan algo estupendo: la necesidad de hermanarnos con lo monstruoso, más que enfrentarnos a ello.
Al final, Julia, Frank y todos los personajes de Hellraiser se consumen por el deseo, por el placer, por la nostalgia, por el amor, porque como escribió el poeta Francisco de Quevedo en Amor constante más allá de la muerte:
«[…] Alma a
quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado,
serán ceniza, más tendrá sentido,
polvo serán, más polvo enamorado […].
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Nuestros colegas, los cenobitas. Fuente. |