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12/11/2011
La bruja rió, pero la princesa también y la hechicera quedó desconcertada.
La hija de los reyes bebería con honra el veneno. Aquella poción era un potente somnífero que la haría dormir hasta que el príncipe azul, el hombre perfecto, viniese a darle un beso.
La infanta veía aquello por el lado positivo: descansaría y saldría de allí con un cuento de hadas bajo el brazo y un marido ricachón. Tres pájaros de un tiro.
Abreviando: la princesa murió de vieja, durmiendo. Nunca hubo príncipes azules, hombres perfectos. Sólo hubo sueños.