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Daenerys ha vuelto a casa en busca de retomar los Siete Reinos y se convierte en clara contendiente del juego de tronos. Fuente. |
“Has estado en la Casa Austera. Viene a por nosotros. A por todos nosotros”.
Juego de Tronos ha regresado con su séptima temporada prometiendo más en futuros capítulos que en su estreno, pero, no por ello, ha sido un mal arranque. Todo lo visto es un recuerdo de lo que ya sabíamos y un adelanto de las tramas que se irán desarrollando a lo largo de esta tanda de episodios que prepararán el cierre de la serie. Y lo hace de un modo coherente a lo ya visto: es hora de ir terminando después de lo visto en las anteriores temporadas y las sorpresas seguramente ya no sean tan potentes (¿o sí?).
Sin el esquema de los libros, la serie ha tenido que seguir hacia delante sin esperar a que George R. R. Martin complete su mastodóntica obra y eso ha causado que para algunos seguidores (con muy mala baba) consideren la serie un fan fic cuando es otra obra a partir del mundo y los personajes de Martin.
El comienzo del fin
La temporada se inicia con la resolución de los Frey y una Arya Stark que demuestra ser uno de los personajes a tener en cuenta en lo que queda de la serie. Su propósito parece claro, pese a que por el camino tenga la mala suerte de conocer a un grupo de los pocos soldados de Desembarco del Rey majos (y, maldita sea, Ed Sheeran).
Pero ¿de qué importa la venganza cuando los muertos se acercan? Los grandes enemigos, las huestes del Rey de la Noche, se aproximan al Muro y la profecía, a modo de despedida que hizo Jon, parece a punto de cumplirse: el Muro no resistirá el avance del ejército de muertos por mucho que ahora cuenten con Meera y con Bran. Caerá.
Las consecuencias de la llegada de los muertos son claras para Jon, pero las diferencias son todavía más evidentes en el Norte: ¿contra quién es la guerra? ¿Contra los Lannister o contra los muertos? Jon y Sansa representan los dos puntos de vista contrapuestos y, lejos de ser lo suficientemente inteligentes como para ponerse de acuerdo, permiten que las palabras de la lengua de serpiente que es Meñique sigan conspirando para que Sansa acabe rebelándose contra Jon (sin embargo, puede que los días queden contados para el consejero que dio pie al juego de tronos).
Mientras, los Lannister, más solos que nunca, se encuentran divididos y casi aniquilados. Cersei y Jaime se ven como figuras antagónicas y sigo preguntándome si ya no sabremos claramente el final de ambos, uno contra otro, igual que en La cumbre escarlata de Guillermo del Toro. Los puentes están ahí, incluso cuando aparece Euron Greyjoy y su oferta para crear una alianza con la reina.
En Antigua, el pobre Sam debe lidiar con una panda de maestres inútiles dada su visión del mundo: las tormentas y los inviernos llegarán y ellos seguirán ahí. Por suerte, Sam logra una copia de un libro que justifica lo evidente: Rocadragón puede ser la clave para encontrar el vidriagón con el que hacer frente a los muertos. No obstante, ¿es cierto que hallamos a cierto personaje desaparecido en las sombras? ¿Jorah?
Otra trama es la que protagoniza el redimido sir Sandor Clegane, Beric Dondarrion, Thoros de Myr y el resto de su grupo de seguidores del Señor de la Luz. ¿Por qué unos regresan de la muerte y otros no? O la pregunta más interesante: ¿a quiénes apoyarán en la inminente guerra y qué sucederá con ellos?
Por último, y demostrando que la serie funciona mejor cuando calla y muestra que en otros momentos, Daenerys, junto a su séquito comandado por la Mano (Tyrion), regresa a casa y toma el castillo de Rocadragón, un punto decisivo en el camino de vuelta y una posición que se hará sumamente importante en la lucha contra los muertos y la toma de los Siete Reinos.
Para finalizar, Dragonstone nos hace una promesa, que se presenta bajo una pregunta: ¿comenzamos? Y la respuesta es que sí. La séptima temporada de Juego de Tronos ha empezado presentando y sentando las bases de lo que está por venir en una de las series más importantes del momento.