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Ilustración de Elantris. Fuente. |
“La
eternidad terminó hace diez años”.
¿Sabes ese momento en que
a todo el mundo le encanta algo, pero a ti no y no sabes qué es lo que ha
fallado? ¿Es la obra? ¿Son los demás? ¿Eres tú?
Sé que muchas personas
adoran ir a contracorriente, que les puede encantar algo, pero como sea algo
considerado mainstream (hablar de eso
daría para un par de entradas que no me apetecen), prefieren decir: «no, no me
gusta» para sentirse únicos, especiales. No me gusta esa actitud, por tanto, no
me consideréis un hipster, un hater o como diantres queráis calificarme
simplemente porque Elantris no me ha
gustado.
Siempre he considerado que, si una obra me gusta o no, lo diré. A todo el mundo le encantó Star Wars. Episodio VII: El despertar de la Fuerza y a mí no. Todo el mundo odia Sucker Punch y a mí me sigue pareciendo una película visualmente atractiva. No es que tenga mal gusto (al menos ese es mi consuelo), pero soy sincero conmigo mismo y siempre me resulta, cuando menos, llamativo el hecho de que algunas obras consagradas en el olimpo de la fantasía no terminen de gustarme. Y en serio, yo iba dispuesto a que me gustase esta novela (como creo que os comenté). No os imagináis cuánto. Entonces, ¿qué ha pasado? Intento explicármelo a mí mismo en este comentario.
Siempre he considerado que, si una obra me gusta o no, lo diré. A todo el mundo le encantó Star Wars. Episodio VII: El despertar de la Fuerza y a mí no. Todo el mundo odia Sucker Punch y a mí me sigue pareciendo una película visualmente atractiva. No es que tenga mal gusto (al menos ese es mi consuelo), pero soy sincero conmigo mismo y siempre me resulta, cuando menos, llamativo el hecho de que algunas obras consagradas en el olimpo de la fantasía no terminen de gustarme. Y en serio, yo iba dispuesto a que me gustase esta novela (como creo que os comenté). No os imagináis cuánto. Entonces, ¿qué ha pasado? Intento explicármelo a mí mismo en este comentario.
Mi acercamiento a Elantris
Brandon
Sanderson (Nebraska, 1975) se ha convertido en uno de los
escritores más famosos de la fantasía actual. La espada infinita, Nacidos de la bruma, El archivo de las tormentas…
Sus sagas han captado el imaginario de todos los amantes del género fantástico.
Debido a sus consejos literarios y su cercanía con los fans, incluso, es una especie de gurú al defender ideas como que se puede contar una historia de fantasía épica sin la necesidad del viaje (algo de lo que se “culpa” a J.R.R. Tolkien, como si el profesor inglés hubiese tenido la culpa de que tuviese imitadores e influenciados); célebre es su enfrentamiento contra el síndrome del viaje del héroe de Campbell.
Dado que ha publicado una gran cantidad de novelas en los últimos años, su amistad con autores como Patrick Rothfuss y Joe Abercombrie y sus invitaciones a diferentes eventos, Sanderson ha gozado de una fama y reconocimiento entre los seguidores de la literatura fantástica que, merecido o no, es una realidad.
Debido a sus consejos literarios y su cercanía con los fans, incluso, es una especie de gurú al defender ideas como que se puede contar una historia de fantasía épica sin la necesidad del viaje (algo de lo que se “culpa” a J.R.R. Tolkien, como si el profesor inglés hubiese tenido la culpa de que tuviese imitadores e influenciados); célebre es su enfrentamiento contra el síndrome del viaje del héroe de Campbell.
Dado que ha publicado una gran cantidad de novelas en los últimos años, su amistad con autores como Patrick Rothfuss y Joe Abercombrie y sus invitaciones a diferentes eventos, Sanderson ha gozado de una fama y reconocimiento entre los seguidores de la literatura fantástica que, merecido o no, es una realidad.
Su obra que sirvió de
debut fue Elantris. Si tomáis la
edición que yo he leído, en la portada leeréis esta frase de Orson Scott Card, el creador de El Juego de Ender: “La más bella novela
de fantasía que se escribirá en muchos años”. Apartando que esta frase me
parece, cuanto menos, cuestionable, y que ambos autores son conocidos por sus
obras de género fantástico (y por ser mormones), las buenas críticas cosechadas durante años, me hacían pensar que leer
Elantris sería, cuanto menos, un curioso disfrute, ratificado por una primera
página genial donde se deja claro el argumento de la obra.
Siento decir que me
equivocaba.
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Otra muestra del arte inspirado por la novela. Fuente. |
¿De
qué va Elantris?
Viajamos hasta Elantris, una ciudad habitada por seres
poseedores de una magia que los convertía en dioses, pero que cayó en desgracia,
rompiéndose ese esplendor y comenzando una epidemia que hace que todos los
infectados sean enviados tras sus murallas y dados por muertos.
La premisa es, cuanto
menos, prometedora, pero su ejecución, espesa y lenta, hace que resulte todo lo
contrario.
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Ilustración de la obra. Fuente |
La obra se centra en tres
personajes: el príncipe listillo Raoden,
la princesa moderna Sarene y el manipulador
sacerdote Hrathen. Sus capítulos se
van alternando a lo largo de las más de seiscientas páginas de esta novela (por
suerte) autoconclusiva, con mayor y menor gracia. Algunos capítulos de Raoden resultan aceptables y Hrathen, por sus grises, es más
interesante que el resto, mientras que Sarene
y su historia divaga entre lo soporífero, la lucha de costumbres y un carácter
de chica rebelde estereotipada. He leído que los personajes no son el fuerte de
Sanderson y siento decir que, como sabéis, para mí son fundamentales a la hora de disfrutar de una obra.
Volviendo a la trama, el
príncipe de Arelon, Raoden, ha sido alcanzado por la
enfermedad y es enviado a Elantris,
tras que le den por muerto. La princesa que debía casarse con él llega a la
ciudad de Arelon creyendo que su
esposo ha fallecido y que puede cambiar ese reino, porque resulta que tiene una
conciencia más avanzada que el resto y siempre le han reído las gracias.
Mientras, Hrathen busca convertir a Arelon a su religión y, si eso supone
matarlos a todos, casi que nos importa.
Tres personajes cuyo
destino chocará a lo largo de toda la obra en la que es una reflexión sobre el mundo, los seres humanos, el poder de la magia,
la lucha por el poder y, sobre todo, el valor de la religión y como esta se
puede utilizar para fines oscuros.
En el papel, todos estos
elementos pueden resultar llamativos (maldita sea, muchas grandes historias se
han contado con menos), pero como ya he mencionado, en la ejecución, es una
fría máquina incapaz de transmitir los sentimientos necesarios para que
sintamos miedo, emoción, alegría o, lo más importante, interés.
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Mapa de Elantris y alrededores. Fuente. |
La lectura de Elantris
Como dije anteriormente
(y lo siento si esto suena a una carta a uno mismo, intentando explicar qué le
ha pasado), llevado por los buenos comentarios, incluido de uno de mis mejores
amigos (con el que comparto el gusto por la literatura fantástica y que acertó
de lleno al recomendarme La Torre Oscura),
y que este año se cumplía el aniversario de su publicación, me zambullí en las
páginas de Elantris, pero
imaginaréis que fue como arrojarme al mar; no fue así, más bien fue como
arrojarme hacia un lago de sangre, por el nivel de espesor y falta de vida que inundan
las páginas.
Entre el tedio y el
esfuerzo (ese obligarme a seguir, a llevarlo cada día, a leerlo en la sala del
hospital mientras esperaba…), he
conseguido terminar Elantris con la sensación de si debía haberlo dejado antes.
Si no lo hice, fue por sus buenas notas. Pensaba: «¿estaré dejando esta obra
justo cuando empieza lo mejor? ¿Será un problema de la traducción? ¿No estaré
lo suficientemente implicado en la obra?». Tanta gente no puede estar
equivocada. O sí. O, simplemente, es un tema de que cada uno de nosotros somos
diferentes y esta la riqueza de nuestra raza en la pluralidad de las opiniones.
Y me obligué: seguí leyendo, pero, siento decir que, una vez finalizada, mi
opinión no ha cambiado ni un ápice sobre la primera obra del escritor.
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Fuente. |
Elantris
transcurre con esa lentitud que intentas que sea una señal de
preparativos de las piezas, un arranque tenue (capítulos largos, aunque en el
tercio final sean considerablemente más cortos, a los que se agrega una edición
de letra pequeña), y, aunque muchos sostengan que las novelas no deben avanzar
de modo precipitado o rápido, sí
considero que deben al menos emocionar, porque la literatura es para mí eso. Muchos
esgrimen el argumento de que los libros deben crear historias complejas y largas, pero creo que, sin algo que emocione, no funciona. Puedes tener la trama más enrevesada del
mundo, pero si no es emocionante, no consigue su propósito. No leo libros por
el mero hecho de leer una conjunción de palabras, sino para vivir todas las
vidas que jamás podré vivir y sentir lo que eso conlleva.
Uno de los problemas que
le he encontrado a Sanderson es por lo que te suelen machacar lectores, escritores y demás cuando te dedicas a esto: el hecho de no mostrar. Sanderson describe pensamientos,
descubrimientos, acciones… Párrafos y párrafos, pero no se siente que los
muestre, que los deje funcionar, y los diálogos parecen más un adorno (pese a
los toques del idioma inventado) que
algo que haga disfrutar al lector.
Y no es porque exija una implicación del lector (que también y es loable), sino porque, aunque la pida, no transmite nada. ¿Para qué necesito saber del entrenamiento de las damiselas con la espada o el cambio del sistema de esclavitud a señoríos si no agrega nada más a la historia, por mucho que se esfuerce? No he visto a la princesa sufrir por ser una mujer ni he visto a los pueblerinos asqueados de su rey, solo veo a personajes teniendo largas tertulias donde la gente de verdad no cuenta.
Y no es porque exija una implicación del lector (que también y es loable), sino porque, aunque la pida, no transmite nada. ¿Para qué necesito saber del entrenamiento de las damiselas con la espada o el cambio del sistema de esclavitud a señoríos si no agrega nada más a la historia, por mucho que se esfuerce? No he visto a la princesa sufrir por ser una mujer ni he visto a los pueblerinos asqueados de su rey, solo veo a personajes teniendo largas tertulias donde la gente de verdad no cuenta.
La etérea complejidad
Supuestamente, Elantris es una obra llena de matices,
adulta y rigurosa, pero, a su vez, otros señalan que es una obra trillada. Irónico, ¿eh? De
modo honesto, digo que las tramas (religiosa, política, nobleza y demás) deberían llamarnos la atención, se pasa páginas y páginas explicando cada una
de ellas, pero al final, los personajes nos dan igual si viven o si mueren y
eso es un error, porque omite a la auténtica gente de a pie.
Mientras que autores como
Alan Moore o Ray Bradbury nos contaban las revoluciones en obras como V de Vendetta o Fahrenheit 451 a través de los personajes de a pie, aquí se suele
preferir la alta alcurnia y sus relevancias por mucho que haya una batalla
final donde todo se arregla por arte de magia. Además, la obra, si tan de
compleja y seria es, ¿por qué arregla todo con una lucha final, duelo de
espadas, magia y fin? ¿Sanderson no
estaba tan en contra de Campbell
porque buscaba ser único? Si tan original era Elantris, ¿por qué la magia es al final
la solución? ¿Por qué debo creerme que nadie sucederá a Dilaf? ¿Por qué debo pensar que esta gente vivirá feliz si solo ha
cortado una cabeza de la hidra? ¿Qué hay que celebrar?
Personajes de piedra
Otro defecto son los
personajes. ¿Sabes ese fallo de muchos autores de fantasía al poner nombres
raros a personajes y no describirlos apenas o dejarles sin una buena personalidad?
Pues es lo que hace que tengamos docenas de personajes con nombres inventados y
que no recordemos quienes son y Elantris hace gala de ello.
Y si aquellos que
recordamos quienes son, nos dan igual, pues más se nota ese defecto llegado el
punto en que ninguno puede ser empatizado, desde mi punto de vista.
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Raoden y Sarene en otra portada. Fuente. |
Raoden no lo es, porque se me antoja como un príncipe perfecto, estratega, enfermo y capaz de refundar un reino sin despeinarse, por mucho que diga de «oleadas de dolor». Y su trasfondo es nulo, pese a que se le dé alguna pincelada.
Está en Elantris, sufriendo una enfermedad y va a reconstruirla desde dentro porque sí, porque quiere estarse ocupado, es ambicioso y nosotros nos lo tenemos que creer a través de la que se insinúa como la trama más humana.
No me creo que este príncipe sea una buena persona, criado en Arelon, por mucho que su personalidad sea la contraria a la de su padre. No me explican por qué.
Además, todo le sale bien (desde sus estudios, hasta formar una pandilla). Incluso la muerte (y cuando lo leáis, entenderéis).
Tenemos que creernos que en un reino machista, de corte medieval, unos conspiradores (todos varones, la mayoría de rancio pensamiento) cambien de opinión porque ella les da un par de discursos muy avanzados. Es algo así como si Daenerys hubiera convencido a los esclavistas o los dothraki con palabras cuando estos tipos son de todo menos de esos que escuchan. No me lo creo.
Lo peor es que sientes que Sanderson, con los discursos que Sarene le dedica a los otros personajes, en realidad te los está dedicando a ti y hay pocas cosas que me gusten menos que un autor que dé sermones.
Y esa esclavitud de los
personajes con respecto a Sanderson es cargante.
Un ejemplo claro está en cuando Hrathen
se hace pasar por enfermo, se cura y así se gana el papel de santo. Bien. Es el
único que ha logrado semejante hazaña. Pues, tanto Raoden como Sarene,
acaban sospechando de ello y no porque las piezas de la trama les hagan
sospechar, sino porque se les ocurre. Y el lector debe creérselo y, en realidad, es Sanderson dando pistas y moviendo a sus personajes sin que la historia lo justifique. Y vemos los hilos. Y eso no divierte.
El sistema de magia
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Otra portada de Elantris. Fuente. |
Simplemente, las largas
explicaciones de Raoden a Galladon más que sentirse que están
dedicadas al lector, se sienten como un tránsito que no se disfruta. Resumamos
en ¿por qué me voy a aprender este sistema de magia si no hallo un verdadero
sentido más allá de esta novela y ni siquiera realmente en ella, pese a lo
empeñado que está Sanderson en que
entendamos su mundo?
Y es que yo leo para
entender mundos, pero también, sobre todo, personajes. Para descubrir sus
problemas, sus deseos, sus sueños, sus pérdidas, sus triunfos, sus derrotas. No
he hallado nada de ello en Elantris.
Puede que la ambición de Sanderson sea (o fuese, por algo es un
debut) mayor que su habilidad y su estilo, aún esperando a tornarse en ese que
le ha hecho escribir varias novelas más tras esta. Quizás, si Elantris ha funcionado tan bien es porque puede que muchos de sus
lectores ya hubieran descubierto antes alguna de sus otras obras más conocidas.
Como primer plato a degustar de Sanderson,
no me parece el más acertado (incluso me impulsó a una de esas crisis lectoras
donde piensas: «no sé qué leer» y acabe saliendo de ella gracias a esa joya que
es Neverwhere de Neil Gaiman).
Sanderson
ha seguido escribiendo varias obras y sagas desde Elantris que disfrutan de
buenas críticas y un gran calado entre los lectores.
En mi estantería, espera la primera entrega de Nacidos de la Bruma, pero, por ahora, considero que dejaré un tiempo
prudencial antes de nadar en sus páginas. No construiré muros altos como los de Elantris hacia la obra de Brandon
Sanderson, pero sí puede hacia cierto sector de la crítica. No esperaré toda la
eternidad; al fin y al cabo, esta siempre muere.